domingo, 11 de mayo de 2008

El reloj. Marta Doblas


Otra interesante aportación de esta gran escritora. Seguro que os gusta:


EL RELOJ


Miré a mi padre. Llevaba un traje gris y una corbata. Siempre se ponía muy elegante cuando íbamos a misa. Entramos en el edificio, y poco después el sacerdote comenzó con su sermón. Miré al suelo, al techo, otra vez al suelo y mis ojos se fijaron en un reloj.

Era un antiguo reloj que a veces se paraba. Nunca me había fijado en él.
- Papá, papá, dime ¿cuánto tiempo hace que ese reloj está ahí?
- No lo sé. ¿Quieres atender?
Así que cerré la boca y me concentré en el reloj. Tic-tac, tic-tac sonaba el aparato. Y entonces todo el mundo se levantó y salieron de la iglesia.

Yo aún seguía pensando en el reloj, así que cuando llegué a casa fui a la habitación de la abuela. Mi abuela era la persona más anciana que yo conocía y en sus tiempos había sido una fiel comadrona. Y allí la vi, su pelo blanco caía por la espalda y miraba por la ventana con melancolía.
- Abuela, ¿puedo pasar?
- Claro – rió mi abuelita- ¿Qué sucede, pequeño?
- Me preguntaba el origen del reloj de la iglesia. Siempre está averiado por lo que debe ser muy antiguo ¿no?
- ¿Antiguo? Ah, tan antiguo...- suspiró mi abuela.
- Cuéntamelo
Mi abuela rió con dulzura – abre esas orejas pequeño, ábrelas porque lo que voy a contarte es una historia antigua, tan antigua como el tiempo: “Tiempo atrás, cuando el mundo era nuevo y los bosques eran frondosos y mágicos, un ruiseñor cantaba al amanecer. Esa misma noche su amor se había marchado y no sabía si volvería. El ruiseñor saltó de rama en rama y voló por el bosque para tratar de encontrarla. Pasaron días y noches y el ruiseñor descontento no encontraba consuelo. Su vida pasaba y no sabía donde buscar. Un día temprano el ruiseñor tomó una decisión. Voló hacia el horizonte, más allá del mar, para encontrar su felicidad.

Él pensaba que no la volvería a ver, pero sin embargo un día pasó por un bosque espinoso y oscuro y se dijo que allí debía mirar. Una terrible visión culminó con su agonía, como una pesadilla de la que ya no podría despertar. Allí estaba ella con dos espinas clavadas en su corazón, todavía capaz de palpitar por un amor tan intenso capaz de volar.

El ruiseñor con su último canto con ella se fundió, creando juntos un reloj de amor.

Ese reloj a veces se para, por intentar expirar un ultimo aliento de vida, para volver a comenzar.”



Marta Doblas
Escrito el 7 de Febrero del 2008.

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