martes, 1 de abril de 2008

El Titanic. Marta Doblas


Tengo el inmenso honor de presentaros hoy el relato que ha escrito una buena amiga, Marta Doblas, pariente cercana, sobre un tema tan fascinante como el hundimiento del Titanic y su orquesta. La fotografía de la izquierda refleja el rostro real de los miembros de tan mítico grupo. El relato de Marta es una ficción que recoge la aventura que corren cuatro de los miembros.
Os reto a adivinar la edad de la escritora. Por la madurez de su estilo, podría ser una persona mayor, ya curtida en las artes de la literatura. Por su frescura, en cambio, podría ser de mediana edad...Venga, adelante, hagan sus apuestas, y a disfrutar de la lectura de esta joya:



El Titanic



Miré el buque que se alzaba ante mí. Le llamaban” el buque insumergible”. Suspiré y miré la lujosa estructura que mostraba al exterior. Placas de hierro, cuatro chimeneas y metros y metros de cubierta. Cogí el maletín que transportaba mi utensilio, y también el pan que me mantenía cada día. Mi violín. Todavía me acordaba del día que me contrataron, en ese momento pensé que Dios me obsequiaba con un regalo. Estaba equivocado.

Subí por la pasarela, con mi traje gris y entregue mi pasaje al empleado.
- Bienvenido- dijo el joven almirante mientras leía mi cartilla.- Espero que tenga una confortable travesía señor Douglas.
- Gracias, buenas tardes.
Entre en el buque, pero nunca me podía haber imaginado lo tremendamente increíble que era. Pase por las pasarelas de madera, disfrutando del olor a recién pintado. Poco a poco me dirigí a mi camarote. Había otras tres camas distribuidas por las dos salas continuas. Entonces se abrió la puerta, y un hombre un tanto más mayor que yo entro en la estancia. Llevaba un violonchelo en la mano.
- Hola- me saludo con una sonrisa amable- me llamo Charles y soy el violonchelista de la orquesta.
- Yo soy el violinista, soy Michael, por cierto, encantado.
- Un placer- respondió mi nuevo amigo.
En ese momento entraron dos hombres con sus respectivos instrumentos en la habitación. Se llamaban Thomas y Alexander. Así se creo la banda de el Titanic.

Un poco mas tarde bajamos al gran comedor, donde los de primera clase se dedicaban a contar sus chismes. Al ensayar nos dimos cuenta de que éramos simplemente brillantes. Poco a poco todo se empezó a llenar de gente y los cocineros empezaron a trajinar con los brazos llenos de comida humeante. Comenzamos a tocar, con maestría, pero en realidad nadie nos hacia caso. Esa noche, Thomas comento que se sentía frustrado, y es que todo hay que decirlo, y es que nuestro amigo siempre se había creído el ombligo del mundo, y en ese viaje se dio cuenta de que no era así.

Los días y noches pasaban con monotonía, tocar y practicar e ir de fiesta en fiesta. Todo, absolutamente todo iba perfecto hasta una fría noche, en la que el buque de los sueños se convirtió en el buque de la pesadilla.

Esa noche acabábamos de salir del salón tras una velada grandiosa, y por entonces reíamos, aunque desconocíamos que seria por última vez. Rumbo a nuestro camarote oímos un ruido sordo.

Nos miramos los unos a los otros.
- Se ha debido de caer un cuadro- dijo Alexander.
- Yo no lo creo- le respondió Thomas sombrío- y no pienso dormir si no se lo que ha sucedido- dijo mientras se daba la vuelta y se iba.
Yo le seguí el primero, pero en apenas unos momentos todos nosotros nos dirigíamos a la cubierta.
Al llegar vimos que había personas jugando con hielo. El suelo estaba cubierto de esos trozos cristalinos. Algunos comentaban que habíamos chocado con un iceberg. Fijándome en el ambiente note como los oficiales iban de aquí para allá con cara de preocupación.
- ¿Un cuadro, eh?-dijo con sarcasmo Thomas.- Bien, ¿y ahora que hacemos?
- No hay porque preocuparse, todo el mundo sabe que nadie ni nada podría hundir este barco- dijo Charles muy seguro de si mismo.

Un poco después el capitán hizo que todo el servicio acudiera al salón principal. Y allí estaba el, de pie y mas pálido que un muerto. Antes de comenzar a hablar dio un prolongado suspiro.
- Señores, como todos a estas alturas ya sabrán hemos chocado con un iceberg- dijo con voz grave.- Vayamos al grano, mis queridos señores, nos hundimos.
Tras esas palabras mi vista se nublo y no quise escuchar más. Lo último que vi antes de salir de la estancia fue como al capitán se le escapaba una lágrima. Una lagrima tan salada como la misma mar.

Al salir, estábamos más blancos que el papel, ya que sabíamos que nos habían puesto una sentencia de muerte. Ya que ni siquiera había suficientes botes para la mitad de los viajeros, por lo que mucho menos para nosotros. Moriríamos en la mar, como nuestra tumba salada.

Nos sentamos en el suelo de la cubierta con nuestros abrigos, sin saber que hacer o que decir. Minuto a minuto notábamos como el Titanic iría a echarse una longeva siesta al fondo del océano.

Esta situación me sobrepasaba, por lo que decidí expresar lo que sentía:
- Amigos míos,- dije suspirando- afrontemos la realidad: esta noche será la última. No se vosotros pero yo haré lo que mas me gusta en este mundo- dije con lagrimas contenidas en mis ojos.

Se miraron entre si, sonrieron y se levantaron. Todos corrimos y cogimos nuestros instrumentos. Estuvimos mucho tiempo tocando, o al menos eso me pareció, porque luego la gente empezó a correr despavorida.

Esa noche llegamos a tocar con nuestras humildes manos lo que todo músico desea: la excelencia y la divinidad. Dado un momento, los cuatro partimos hacia la parte superior del barco; ya que se estaba levantando. Una vez allí nos agarramos a una barandilla, y entonces oímos un ruido sordo; en ese momento el Titanic se partió por la mitad. En unos segundos que a mi me parecieron horas el buque se puso completamente en vertical y Alexander cayó al vacío. Todos gritamos su nombre mientras nuestro amigo se quedaba colgado de otra barandilla.

Poco a poco el mar engulló con apetito voraz el navío y con él, todas las esperanzas depositadas. El agua estaba tan fría que no sentía prácticamente ninguno de mis miembros. Alexander se reunió con nosotros. Note que la vida de mis compañeros se escapaba como las mariposas de las manos de los niños en primavera.

No comprendía porque los botes no venían a por nosotros. Poco a poco las voces se apagaban, y los llantos de las bocas de los niños expiraban. El frío era tan intenso que mis amigos comenzaron a dejar de moverse. Tenia tanto sueño y frío…

Entonces vi una luz. Creí que era un bote que venia a buscarme, pero luego me di cuenta de que esa luz era mucho mas intensa de la que cualquier bote. Pude percibir como mi alma se alzaba al cielo junto con las de mis amigos.

Quienes sobrevivieron al terrible accidente recordaron que durante unos segundos oyeron la melodía más poderosa y brillante de todos los tiempos.

En honor a la Banda del Titanic

No hay comentarios: